Sunday, November 25, 2012

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Era imposible sentirse mejor.  La muerte de su padre llegó en un buen momento de su vida, ese mismo día cumplía 33 años.  Ahora con una fortuna a su nombre, gracias a la herencia de su padre, sabía que el mundo estaba a sus pies.  Era difícil no sonreír aun estando frente a un centenar de personas que lloraban mientras la tierra cubría el ataúd.  Se llevó las manos a la cara y cubriéndose la boca sonrió plenamente.  La paciencia había dado sus frutos: era un huérfano dorado.

Cuando su madre murió, a causa de un error mecánico en el Boeing 747 con destino a Paris, él sintió como una parte de su corazón se iba con ella.  Fácilmente remplazó esa  porción de corazón ausente con una  Model 29 .44 Magnum.  Su padre, en cambio, nunca pudo recuperarse de la pérdida de su mujer y cayó en una depresión que se extendería hasta robarle el último aliento. 

El funeral de la madre transcurrió bajo una llovizna.  El padre nunca quitó su mano izquierda del hombro de su hijo mientras duró la ceremonia.  Dando suaves pero firmes apretones el padre parecía estarle comunicando a su hijo, por código morse, que a partir de ese instante se comenzaría a derrumbar.  El hijo puso su mano sobre la de su padre y le obsequió tres palmadas contestándole también en clave: adelante.

Con ambos padres bajo tierra y una fortuna a su disposición el huérfano dorado era creador y dueño del nuevo mundo que construiría una vez firmara los papeles legales.  O en su defecto marcara con una x.  Básico.

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